Mirando por el ojo de buey

Un vistazo a todo lo demás, desde mi interior

Saturday, July 29, 2006

El final del sendero

Camino desbordando energía con un rumbo fijo, los músculos tensos para lograr máxima eficiencia de desplazamiento. Cada minuto cuenta y el tiempo pasa veloz a mi lado mirandome burlonamente al dejarme atrás.

No sé hacia donde me dirijo ni cuándo he de llegar, tampoco sé si me esperan. Si hubiese apurado el paso, tal vez estaría más cerca...

Sigo caminando, me duelen un poco los pies porque mis zapatos no son tan cómodos como parecen y mi ropa no es la más apropiada para este tipo de actividad, aún así, decido continuar la marcha. Pensándolo bien, mi andar se asemeja a la marcha de los soldados en pleno desfile: un pie primero, el otro después, la velocidad está predeterminada al igual que el largo de las zancadas, todo muy pulcro y muy medido, apuntando a un objetivo definido por grandes estrategas.

Me siento cansada. He recorrido ya un buen trecho, sin embargo, al mirar a mi alrededor no parece que haya ido muy lejos. ¿Será este el camino correcto? Creo haber seguido las instrucciones al pie de la letra: "Sigues por este camino. Doblas en la esquina que tiene una iglesia y avanzas hasta el cartel publicitario al final de la calle. A tu izquierda encontrarás una rotonda..."

Tal vez había que doblar en dirección opuesta en aquella iglesia... o quizás... Me detengo. El cansancio físico y la confusión mental me agotan. Siento el peso de las horas caminadas. Me acerco a una plazoleta al lado del camino y me siento a descansar un instante. Me saco los zapatos para permitir que mis pies se deshinchen, mientras intento desconectar mi cerebro de todo lo que ha acontecido. No quiero saber de rumbos ni senderos, de tiempos de llegada ni de metas por cumplir. Sólo quiero aprovechar este momento para distraerme y recuperar el aliento.


Inspiro con fuerza para renovar el aire en mis pulmones. ¡Qué agradable sentir la fresca ola de aire recorrer mi cuerpo!

Ahora que puedo mirar el paisaje que me rodea con más detención, me doy cuenta de la belleza que lo envuelve. Hay más vegetación de lo que parecía en un principio y corre una brisa acogedora. A lo lejos oigo sonidos familiares, tal vez sea un pájaro, o algún insecto. Con admiración recorro el paraje con la vista, llenándome de impresionantes imágenes que alegran mi espíritu. Justo en frente mio, sobre una gran piedra, y algo camuflada entre el ramaje de una enredadera, veo una lagartija que me observa con algo de pudor y otro tanto de extrañeza. ¿Cuándo fue la última vez que vi una lagartija?

Una sensación peculiar me invade, todo parece tan familiar, como si hubiese vivido este instante infinidad de veces antes.

Extrañamente ya no percibo el ruido de la ciudad: no están las micros ni el molesto murmullo de los transeuntes que pasaban tan solo un momento antes a mi lado entre empujones y ceños fruncidos. Sólo soy conciente de los pequeños sonidos naturales que antes se enmascaraban tras la bulla citadina. No sólo oigo a las aves, y las hojas que se mueven con el viento, también siento muchos olores nuevos y percibo imágenes frescas y luminosas. Todo parece renovado, como si fuera la primera vez que percibo esta vida subyacente.

Como si de pronto fuera iluminada por miles de conciencias individuales, me doy cuenta que todo esto ha estado aquí siempre, desde antes que yo naciera, antes incluso que la vida misma. La tierra bajo mis pies respira, siente y crece. Me abraza en un gesto de amor supermo, dándome la bienvenida.

Aquí pertenezo, lo sé. Aquí soy una más entre millares de ráfagas luminosas, aquí mi alma danza libre...

Aquí SOY.

1 Comments:

At 2:17 AM, Anonymous Anonymous said...

cinceramente me da paja leer. pero ta linda la foto. cuidate. tu hermano

 

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